Una de las problemáticas sociales más graves que afectan a buena parte de la población del distrito de San Martín es sin dudas es la adicción al juego, una enfermedad psico-social cuya divulgación se encuentra limitada por razones de estado. Lamentablemente, los juegos de azar siguen la vieja lógica de los “males necesarios” de los cuales el estado debería hacerse cargo para evitar que éstos caigan en el ámbito ingobernable de la clandestinidad. Sin embargo, hay datos que revelan una preocupante incidencia de este flagelo en nuestra población y una marcada ausencia de políticas públicas para hacerse cargo de sus consecuencias.
El juego compulsivo o ludopatía es una enfermedad o trastorno mental incluido en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS. Este trastorno se caracteriza por la presencia de graves dificultades en limitar la cantidad de dinero o tiempo empleado en el juego, lo que desencadena consecuencias adversas para el jugador, para su familia y la comunidad.
En este sentido, la ludopatía puede equipararse a la dependencia del uso abusivo de sustancias psicoactivas, tanto en lo individual –como el comportamiento compulsivo de un adicto- como en lo social-grupal. La pérdida de la orientación del deseo, faceta característica de un comportamiento compulsivo, deriva en la pérdida de confianza de los otros, la pérdida de los lazos familiares y de amistad, la disminución del autoestima y, por supuesto, la dilapidación de los bienes propios y hasta los de los demás.
Existe una serie de criterios para la detección del problema, los cuales se centran en el análisis a conductas específicas, tales como: delinquir para obtener dinero para el juego; irritabilidad al tratar de jugar menos o dejar de jugar; jugar para escapar de los problemas o de sentimientos de tristeza o ansiedad; apostar mayores cantidades de dinero para intentar recuperar las pérdidas previas; la pérdida del trabajo, una relación u oportunidades de negocios; fracasos sus estudios o carreras por motivo del juego; el endeudamiento crediticio para sobrevivir debido a las pérdidas ocasionadas; necesidad de apostar cantidades de dinero cada vez más grandes para sentir excitación, etc.
En nuestro país no existen registros estadísticos. Sin embargo, en el Hospital General de Agudos «Dr. T. Alvarez» de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires funciona desde hace algunos años el primer servicio de asistencia a la ludopatía. En dicho servicio se realizó el siguiente relevamiento estadístico, conforme a 200 historias clínicas de pacientes que concurrieron voluntariamente, derivados o traídos por la familia. Sobre dichos datos pueden inferirse proyecciones similares en otras poblaciones del país:
* El 75 % de los pacientes en tratamiento son hombres, mientras que el 25 % son mujeres.
* El 80 % de los pacientes tanto hombres como mujeres tienen entre 40-65 años y el 20% se sitúa entre 20 a 40 años.
* Con respecto a la población masculina, los lugares de azar más concurridos son el casino y el hipódromo, mientras que en la población femenina el lugar más frecuentado es el bingo y las máquinas tragamonedas.
* El nivel socioeconómico al que pertenecen los pacientes tanto mujeres como hombres corresponde a los sectores medios.
* Respecto al nivel educativo, el 90% de la población ha terminado el secundario y el 50% ha estudiado una carrera universitaria o terciaria.
* Depresión y suicidios: El 10% de mujeres han intentado suicidarse, mientras que los hombres lo han intentado en un 15%. En tanto, un 22% del total -conformado por ambos sexos- han elaborado ideas suicidas.
Es importante destacar que la manifestación del trastorno se ve favorecida cuando la exposición al juego se incrementa debido a su legitimación social e institucional. Efectivamente, el incremento de casinos, bingos, salas de máquinas tragamonedas y otras variadas modalidades de apuestas -propiciadas por ámbitos gubernamentales de diversos países- se asocian a una mayor incidencia del trastorno. En un sentido contrario, el gobierno de Rusia dispuso a partir del año 2009 el cierre de los casinos y otras salas de entretenimientos en la mayor parte del país, con el objetivo de reducir los efectos negativos del juego en la sociedad.
En Argentina se produjo la irrupción masiva de los juegos de azar durante la década de los ‘90, en especial con la aparición de los bingos. En abril de 2009 funcionaban 140 casinos en todo el país; 22 de ellos se abrieron en los últimos cinco años. Se suele fundamentar la inauguración de salas de juego con el potencial desarrollo del turismo y el flujo de recursos en las provincias; pero lo cierto es que las bocas habilitadas para el juego se han multiplicado en gran parte del territorio nacional.
Existe una relación directa entre las crisis socio-económicas, la proliferación de bingos, casinos, máquinas de monedas y el crecimiento de esta adicción. Es necesario hacer una revisión crítica de las prioridades que han impulsado este desarrollo desmesurado del juego; y replantear cuáles son los límites del mismo.
La incidencia de los juegos de azar en la salud pública no ha sido relevadas hasta el momento en el distrito de General San Martín. Las circunstancias sociales exigen la creación de un marco de análisis y –en lo posible- prevención de sus consecuencias, puesto que son muchas las personas que padecen esta realidad cotidianamente, no sólo a nivel individual, sino también a nivel familiar y, por extensión, a nivel colectivo. No es posible sostener un flagelo de estas características sólo por “razones de estado”, que no tienen sino un trasfondo decididamente económico.
Por ello, consideramos que el sistema de salud debe abordar el problema tanto en los aspectos preventivos como así también en los asistenciales y, desde luego, en lo concerniente a la rehabilitación de las personas afectadas.
Otro de los aspectos importantes que los programas preventivos deben incorporar -a nuestro criterio- es la organización y difusión de los registros de autoexclusión, mecanismo a través del cual los interesados expresan voluntariamente su deseo de no ingreso y permanencia dentro de las salas de juego.
Como cualquier otra conducta adictiva, consideramos que la ludopatía debe ser tratada como un problema de salud pública, que concentre la preocupación y atención de una variedad de actores sociales: especialistas, empresarios del sector, organizaciones no gubernamentales, organismos del Estado y la población en general.
Gustavo Álvarez
Marzo de 2013