“Las obras de arte nacen siempre de quien ha afrontado el peligro,
de quien ha ido hasta el extremo de la experiencia,
hasta el punto que ningún humano puede rebasar.
Cuanto más se ve, más propia, más personal,
más única se hace una vida”.
Rainer María Rilke
José Caro es uno de esos maravillosos «seres múltiples» que han nutrido a sus vidas de las más variadas experiencias, que no se condicen con lo que el común denominaría una vida “ordinaria” o “normal”. Son esas vidas que no se comprenden según las miradas del sentido común predominante -con todas sus cargas de eticidad-, sino a través de los modos específicos para comprender cómo una persona se resuelve ante la adversidad; como resuelve sus angustias; cómo logra sobreponerse después de las desgracias.
Desde luego existen muchas formas de superarla. Y en el caso de José, la creatividad es el modo, es la herramienta que le permitió sortear dificultades. No muchos cuentan con ella o, al menos, no con la intensidad con la que la viven personas como él, que alcanzan el universo de lo artístico. A través de la creatividad artística, él vehiculizó sus vivencias: alegrías, tristezas, angustias, seres queridos, momentos históricos. En ese espacio encontró el lugar de sus respuestas. La creatividad artística fue y sigue siendo su respuesta ante la adversidad.
Hace algunos años, José dedicaba con ahínco su tiempo al Kick Boxing, un deporte de contacto que mixtura técnicas de boxeo y artes marciales. Al poco tiempo, sufrió una lesión en su rodilla derecha que le impidió seguir entrenando definitivamente y sus ilusiones se vinieron abajo. Poco tiempo después, sufrió la pérdida de algunos seres queridos y cayó en un pozo depresivo tal, que perdió toda esperanza de vivir. Terminó en situación de calle, en la mendicidad. Según sus palabras, “sólo esperaba el final de tanto dolor”.
Tienta parafrasear a Nietzsche, el filósofo alemán del siglo XIX, quien -apelando al viejo mito del Ave Fénix- advertía sobre la imposibilidad de renacer sin antes haberse convertido en cenizas. José tocó fondo, como dicen. Pero pronto encontraría dentro de sí mismo sus propias respuestas ante la adversidad. Y muchas personas contribuirían para lograrlo.
Tiempo después se acercaría al lugar a partir del cual se abriría nuevos caminos. El Centro de Integración Monteagudo, un hogar-taller para personas en situación de calle impulsado por la ONG “Proyecto 7”, lo cobijó y le ofreció la posibilidad de capacitarse. Y el decidió hacerlo en el área de Dibujo y Pintura. Al principio lo tomó como un pasatiempo, un modo de poder olvidar por un rato el giro caótico que había dado su vida. Pero al cabo de un tiempo, José encontraría en las artes plásticas el modo de rehacerse, de encontrar nuevos sentidos a su vida.
Su talento despuntaba, era algo evidente. Como dice él: “Vivía pintando, todo el tiempo. Llegué al punto de poder mirar a una persona y dibujarla mentalmente”. Aparecieron los primeros trabajos, y las primeras señales de admiración por parte de las personas que lo vieron formarse, superarse y crear belleza a partir del dolor. Esa alquimia le permitió abrir nuevos espacios de trabajo y socialización. Empezaría a trabajar pintando cuadros, murales en las paredes del barrio, en sus bares y restaurantes. Su producción empezaba a incrementarse y su talento adquiría identidad propia.
Su continuidad formativa lo llevaría a vincularse con los centros de Educación No Formal “Rincón” y“Anchorena”, lugares donde los docentes y alumnos lo recibieron y le prodigaron todo el apoyo que necesitaba. Su amor por los paisajes urbanos de la zona sur empezó a manifestarse en sus obras, y este particular interés lo llevó a adentrarse en la obra de Benito Quinquela Martín, el legendario pintor autodidacta de La Boca. José lo admira profundamente, y su trabajo actual se inspira en buena medida en su legado.
Imbuido de esta aura cultural llegaría su primera exposición de obras en abril del corriente año, intitulada “Los Barcos de Quinquela Martín vuelven”, realizada nada menos que en la histórica Manzana de las Luces, ubicada en Perú y Diagonal Sur. Allí, José Caro deleitó a los concurrentes con 14 obras realizadas en técnicas mixtas, evocando las históricas postales del sur de la ciudad, el puerto, el tango, los trabajadores.
El trabajo de José cuenta en la actualidad con casi 80 obras. Y se encuentra abocado a nuevas producciones relacionadas con sus nuevas perspectivas artísticas. Considera que el arte es un vehículo para dar cuenta de la realidad social de una época determinada, para hacer comprensible lo complejo apelando a la creatividad.
“Quiero reflejar en mis obras lo que está ocurriendo en el país de los agronegocios”, avisa. Hoy se encuentra conviviendo junto a muchas personas autoconvocadas en la Plaza Congreso, al frente del palacio legislativo, para protestar contra el modelo sojero, los transgénicos y la posible privatización de las semillas. Sigue creando, dibujando y pintando para colaborar con la causa. Por allí desfilan muchas personas que luchan por ella y él, cronista artístico comprometido con su tiempo, el tiempo de todos nosotros aquí y ahora, está dispuesto a registrarlo con belleza. Que así sea.