“La felicidad es, ante todo, una construcción social”. Alguna vez esta frase fue entendida como política de estado en la Argentina y, muchos de los que llevan consigo esas memorias del país que supimos ser, siguen trabajando día a día para reponer el sentido prístino de la vida en comunidad. En tiempos en los que el amor, la solidaridad y el respeto por la dignidad del otro parecen cosas extraordinarias ante la preeminencia del egoísmo, todavía quedan personas que “hacen de lo extraordinario algo cotidiano”. Aquí les presentamos a una de ellas: María Amalia Bazán.
En ese Buenos Aires profundo del conurbano, más precisamente en Villa Hidalgo (Partido de San Martín), existe un lugar llamado “Corazones Abiertos”, un comedor cuya discreta pero inmensa tarea comenzó allá por mediados del año 2000 -en la antesala de la peor crisis económica por la que atravesó nuestro país-, cuando Amalia Bazán, junto a un grupo de personas (en su mayoría mujeres), se organizaron para festejar el Día del Niño en medio de un clima social signado por la carencia y la infelicidad. Por aquél entonces sólo contaban con la voluntad de unas pocas personas, no recibían ningún tipo de ayuda institucional y ni siquiera se encontraban instalados en un lugar físico que los cobijara. Aún así, y a pesar de las dificultades, lograron hacer felices a muchos niños durante aquélla jornada. Pero al poco tiempo, Amalia advertiría la necesidad de sostener y de ampliar dicha tarea comunitaria…
María Amalia Bazán nació en Capital Federal el 28 de noviembre de 1942. Al igual que muchos otros ciudadanos argentinos, es descendiente de italianos. Sus abuelos formaron parte de aquéllas corrientes inmigratorias de Europa cuyo arribo al Río de La Plata tuvo que ver las vicisitudes de la Primera Guerra Mundial.
Transcurrió los años de su niñez y de su adolescencia en la Provincia de Buenos Aires, en las zonas de Florida, Munro y San Isidro, lugar donde reside hoy junto a los suyos. Si bien es madre y abuela de muchas personas –sobre todo niños que crecieron al abrigo de su labor comunitaria-, declara tres hijos “oficiales”, seis nietos y prontamente será bisabuela. Ellos también forman parte del trabajo comunitario en “Corazones Abiertos” y brindan todo su apoyo a cada uno de los proyectos que emprende Amalia junto a la gente del barrio.
Durante su primera juventud, Amalia se sentía atraída por las manualidades y las artes plásticas. Si bien terminó recibiéndose como “Licenciada en Psicología” en la Universidad de Buenos Aires, nunca dejó de pintar ni de confeccionar sus amados trajes para novias. Según parece, esta vocación es absolutamente innata, ya que nunca nadie le enseñó cómo hacerlos. Hoy vuelca mucho de sus conocimientos en los distintos talleres abiertos a la comunidad que se brindan en el centro comunitario.
Pero su vocación por lo social pudo más; la llevó inclusive a entregar su matrícula como Psicóloga. Las circunstancias que acuciaban a la gente de Villa Hidalgo y sus alrededores la condujo a priorizar sus acciones en el ámbito comunitario, y logró armonizar esfuerzos junto a un grupo de personas que hoy forman parte de “Corazones Abiertos”. Desde luego, tuvo que enfrentar muchísimas adversidades: falta de apoyo económico, ausencia de respaldos institucionales y hasta tuvo que lidiar con conflictos desatados con personas que en otro momento la acompañaron. Aún así, lograron mantener incólume la labor del comedor. Y ella misma lo dice: “A pesar de todo, acá la comida y el amor nunca faltan”.
En la actualidad, “Corazones Abiertos” brinda un servicio mayúsculo a la comunidad. Diariamente se brindan 3600 raciones de comidas (entre desayunos, almuerzos, meriendas y cenas), de la mejor calidad y con la mejor atención. El centro cuenta con una amplia cocina, cámaras frigoríficas, hornos industriales y alimentos de primera. Todo aquél que concurre al comedor se sienta en una mesa en la que a nadie se le hace sentir indigno: todo está dispuesto para disfrutar de una comida y de una atención que sólo pueden ser brindadas desde lo más genuinos sentimientos de amor y amistad. Amalia reafirma esta disposición de la gente, y nos dice “si tenés que dar, da siempre lo mejor”.
El centro también brinda cursos de capacitación laboral con certificados oficiales y brinda talleres abiertos para la comunidad. Allí se brindan cursos como Panadería, Pastelería, Marroquinería, Peluquería, Maquillaje, Costura, Danzas, Manualidades, Folklore, Teatro y mucho más. Además, funciona como una agencia de trabajo: muchos particulares y empresas se acercan allí para ofrecer posibilidades de trabajo y otros para solicitarlo. Es así que al día de hoy, “Corazones Abiertos” también brinda posibilidades laborales para aquéllos que lo necesitan. Y esto a muchos les cambió la vida.
El comedor “Corazones Abiertos” es mucho más que un comedor; inclusive excede holgadamente lo que se conoce como “centro comunitario”. Es un lugar en el que siempre la gente está realizando tareas, capacitándose, disfrutando del fruto de su trabajo y día a día cimentan las relaciones humanas que fundamentan la vida en comunidad. Allí adentro no se respira otra cosa que sea amor y familiaridad. El mero hecho de atestiguar la felicidad de los niños jugando en la vereda del lugar, como ya casi no sucede en ningún otro, da cuenta de esa realidad.